Desde que la Reserva Federal comenzó a aumentar las tasas de interés hace casi un año, se ha registrado un alza notable y rápida en el costo del crédito a través de la economía de Estados Unidos. El aumento de los intereses ha golpeado a los mercados financieros y provocado pérdidas en el valor de algunas inversiones, incluyendo los planes de retiro. Además, este proceso ha creado el riesgo de una recesión en la principal economía del mundo y entidades como el Fondo Monetario Internacional temen que otros bancos centrales que imitan a la Reserva Federal terminen orquestando una recesión global.
¿Por qué la Reserva Federal pone en vigor una política monetaria que ocasiona daños colaterales como los descritos? Como bien se sabe, lo que está tratando de hacer el banco central de Estados Unidos es detener el fuerte aumento de la inflación que se ha observado desde que comenzó la pandemia del COVID-19 y hacer que la inflación regrese a niveles aceptables. Y para la Reserva Federal es muy importante lograr ese objetivo antes de que la inflación tenga oportunidad de arraigarse en la estructura económica del país.
La lucha contra la inflación no es un proceso que se pueda controlar con perfecta precisión. Esto se debe a que la economía va cambiando con el tiempo, y aunque las medidas para controlar el alza de los precios son básicamente las mismas hoy que en el pasado, la calibración de las alzas de intereses que se requieren para lograr la meta deseada no es la misma que la de años atrás, y la Reserva se ve obligada a operar un poco a modo de tanteo y error. Los artífices de la política monetaria quisieran lograr lo que llaman un “aterrizaje suave”—es decir, enfriar la inflación sin provocar una recesión—pero muchas veces la recesión resulta ser inevitable. Esas caídas de la producción y el empleo, y los disloques financieros que los acompañan, son el costo de cerrarle el paso a la inflación.
La Reserva Federal tiene una meta oficial de inflación, que es de 2%. Con una tasa de inflación de alrededor de 8%, como la que se ha visto recientemente, hay bastante camino que recorrer para regresar a la meta oficial, y es probable que en el camino se produzca una recesión. Para la Reserva Federal es esencial que el público tenga plena confianza en que la meta se va a tomar en serio y que la lucha contra la inflación no se va a detener antes de lograr su objetivo. La credibilidad del banco central en este aspecto es de suma importancia para que la política monetaria sea efectiva, ahora y en el futuro.
Parte de la urgencia de atacar la inflación de frente se debe a que esta se puede arraigar en la economía si no se detiene rápidamente, ya que la expectativa de alzas de precios se incorpora en los contratos, en las negociaciones salariales y en los arreglos financieros. De ese modo, la inflación puede llegar a “enquistarse” en el devenir económico cotidiano. En la medida en que la inflación se va arraigando en la economía, se hace más difícil y costoso erradicarla en el futuro.
Para las generaciones jóvenes, todo esto es nuevo y puede parecer muy desconcertante. La última gran batalla contra la inflación, antes de la actual, fue a comienzos de los años 1980, cuando el presidente de la Reserva era Paul Volcker, una figura icónica entre los banqueros centrales del mundo. La famosa “desinflación de Volcker” conllevó aumentos muy fuertes en las tasas de interés y una recesión profunda y relativamente prolongada. El costo de abatir la inflación fue bastante alto, e incluso repercutió en el ámbito internacional ya que el aumento de las tasas de interés en Estados Unidos fue el detonante de la crisis de la deuda externa en América Latina en la década de los 1980.
Volcker actuó con una determinación casi draconiana y eso le dio credibilidad a la política anti-inflacionaria. Si no hubiera gozado de esa credibilidad, la batalla hubiera sido más dura, los aumentos en tasas más fuertes, y el costo final más alto. Desde entonces, el tema de la credibilidad de los bancos centrales en su compromiso con la estabilidad de precios se ha convertido en un asunto de gran importancia para la política monetaria.
Ha llovido mucho desde Paul Volcker hasta Jerome Powell, el actual presidente de la Reserva Federal, y hay una gran diferencia entre la personalidad carismática de Volcker, con su emblemático cigarro de banquero de otros tiempos, y el aspecto casi tímido de Powell, pero ambos tienen en común la preocupación por no perder la credibilidad en medio de la batalla. Por eso Powell ha dicho recientemente que habrá costos que pagar, pero el objetivo de detener la inflación no pasará a un segundo plano.