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A romper barreras para acceso al deporte

En Puerto Rico, el debate sobre el exceso de competencias deportivas para niños y jóvenes, más los altos costos asociados, ha cobrado relevancia en la opinión pública. Como madre de dos niños que han practicado el deporte del béisbol y voleibol desde edad temprana, he experimentado de primera mano los desafíos que enfrentan las familias para mantener a sus hijos en el ámbito deportivo.

Comparto la preocupación de muchos padres con respecto a la cantidad excesiva de torneos, algunos de los cuales se llevan a cabo en días de escuela, afectando el rendimiento académico de los muchachos. Además, los padres se ven obligados a hacer malabares para poder cumplir con los torneos deportivos. Muchos deben reorganizar sus horarios laborales, sacrificar días de trabajo, vacaciones o incluso perder ingresos para poder acompañar a sus hijos a competencias.

Si se trata de madres o padres solteros, la situación se complica aún más. Parecería que la estructura del deporte en Puerto Rico está diseñada para la época cuando las mujeres no trabajaban, los padres estaban casados entre sí y los cuatro abuelos brindaban apoyo.

Por otro lado, los costos de inscripción, entradas a torneos, uniformes y equipo, transporte, viajes y otros gastos continúan en aumento. Esto hace cada vez más difícil para muchas familias permitir que sus hijos participen en estas competencias. Esta situación genera una brecha económica significativa en el acceso al deporte, limitando las oportunidades de desarrollo para aquellos niños con talento, pero con escasos recursos.

El deporte es mucho más que una actividad recreativa; es una herramienta esencial para el desarrollo físico, mental y social. Para muchos, representa un escape de los problemas cotidianos de sus hogares y comunidades, ofreciéndoles estructura, disciplina y un sentido de propósito. Sin embargo, cuando el acceso al deporte se convierte en un privilegio exclusivo para quienes pueden costearlo o pueden realizar los arreglos familiares correspondientes, se pierde su verdadero valor como medio de inclusión y desarrollo.

He tenido la triste oportunidad de ver a jóvenes desperdiciar su talento por la limitación de recursos financieros o por las exigencias de tiempo sobre el grupo familiar. Mi opinión es que esto es una desgracia.

Desde mi perspectiva profesional, me surge una inquietud fundamental, ¿cuál es la política pública del gobierno de Puerto Rico en materia deportiva? A pesar de la importancia del deporte en la formación de los niños y jóvenes, no parece haber una estrategia ni una ruta clara para garantizar un acceso equitativo y una integración con el sistema educativo.

Es urgente que el gobierno establezca medidas concretas para regular la cantidad de juegos como existe en otros países como Noruega, Japón y España. Estos países han entendido que el exceso de competencias puede ser perjudicial para el desarrollo de los niños y jóvenes. En estos países se limita la competencia formal en ciertas edades y prioriza el desarrollo de una forma más integral. También el gobierno debería subsidiar los costos de algunos torneos infantiles y juveniles, así como entradas para que sean accesibles a todos por igual.

Invito a evaluar estos modelos y a trabajar juntos en una estrategia que proteja a nuestros niños y que garantice el acceso al deporte para que no dependa tanto de la capacidad económica de las familias o de su capacidad para hacer arreglos en horas laborables.