Cuando una guerra se extiende, las jurisdicciones en contienda se ven forzadas a organizarse para financiar el conflicto bélico. Como el plan original ruso de una “operación especial” corta fracasó, tanto Ucrania como Rusia se están organizando como economías de guerra.

El reto de una economía de guerra es que, durante el conflicto, la producción civil disminuye mientras que el consumo total aumenta. Así pues, si Yuri abandona su tractor para manejar un tanque, la producción de alimentos declina. Mientras, el tanque, utilizado 16 horas diarias, siete días a la semana, consume diésel, así como piezas de repuesto y municiones.

La economía ucraniana está colapsando, pero puede contar con el apoyo externo de las democracias liberales. La economía rusa no está experimentando el mismo nivel de devastación, pero a lo sumo puede contar con algún apoyo de la autocrática China.

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Si bien muchas empresas occidentales han salido de Rusia, algunas son más significativas que otras. Las salidas de Gucci, McDonald y Starbucks pueden ser muy simbólicas en cuanto al aislamiento que experimenta Rusia. Sin embargo, los rusos pueden conseguir alternativas. Por otro lado, el que Boeing y Airbus cesen de ofrecer piezas de mantenimiento, luce como una complicación mayor.

Aunque las fábricas rusas no han sido bombardeadas, las sanciones comienzan a impedir la importación de insumos críticos. Por ejemplo, algunas fábricas se están deteniendo porque no pueden importar semiconductores. Los semiconductores que se puedan importar, probablemente irán a la producción militar.

Las sanciones contra Rusia han propiciado que el valor del rublo decline. Todo producto importado, cuando se puede obtener, resulta más caro. Por lo tanto, desde medicinas hasta instrumentos electrónicos, aún si estuvieran disponibles gracias a China, le van a costar más al ciudadano de a pie.

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TRIBUNA INVITADA
El Nuevo Día
Por: Vicente Feliciano
Lunes, 21 de marzo de 2022
(Foto por: Bernat Armangue)