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El golpe del impuesto al inventario

El profesor Carlos Díaz Olivo redactó en días pasados una interesante columna sobre el impuesto al inventario. En la misma indica que la tributación del impuesto al inventario es un tema complejo que amerita reflexión. Acojo su propuesta y comparto mi contribución.

A esta fecha existen tres borradores de proyectos de ley relacionados con el impuesto al inventario. Una de las medidas es la propuesta por el Centro de Recaudación de Impuestos Municipales (CRIM) / Gobernador y otros dos son de iniciativa legislativa, presentados en la Cámara de Representantes.

Díaz Olivo expone algunos hechos que han estado ausentes de la discusión pública. Una aportación valiosa de su escrito es señalar que el impuesto al inventario lo pagan los consumidores.

Es ingenuo y contrario a la teoría económica argumentar que el impuesto al inventario lo pagan un puñado de empresas. Si el gobierno aprueba un impuesto, todas las empresas van a tratar de pasarlo a sus clientes. Entre más poderosa la empresa, mayor será su capacidad para trasladar el costo del tributo a sus clientes.

Siguiendo esa línea, deseo añadir que el impuesto al inventario grava un abanico inmenso de productos. Por ejemplo, grava las piezas para reparar elevadores, las utilizadas para darle mantenimiento a los generadores de electricidad y los materiales para llevar a cabo soldadura de tuberías de gas, entre otros. Además, el impuesto al inventario grava productos de primera necesidad como alimentos, gasolina y medicinas.

Díaz Olivo deja entrever que son muchas las variables que determinan el nivel de inventarios de las empresas. Tiene razón. La teoría económica establece que el nivel de los inventarios es un balance entre el costo de mantener inventarios y el costo de perder una venta por falta de inventario.

Así pues, impactan al nivel de inventarios variables como el costo directo del almacenamiento, la tasa de interés que cuesta financiar el inventario, la probabilidad de que el producto se dañe o se torne obsoleto… y el costo del impuesto al inventario.

También deseo agregar que los niveles de inventario en los establecimientos en los Estados Unidos son mucho más altos que en Puerto Rico. Sin embargo, siendo una jurisdicción insular, se esperaría que la práctica fuera lo contrario, con inventarios más altos en la isla como prevención ante posibles problemas de transportación y otros aspectos de logística.

Si muchas de las variables que determinan el nivel de los inventarios son iguales entre Puerto Rico y Estados Unidos, como son las tasas de interés y las probabilidades de obsolescencia, ¿qué variable distinta podría causar que los inventarios sean más bajos en la isla? No hay premios por adivinar la contestación.

Diaz Olivo tiene toda la razón en que los tiempos cambiaron y la llegada del comercio por internet transformó la forma de hacer negocios. Sin embargo, omitió hacer las deducciones del caso.

En el comercio por internet, las empresas que tienen operaciones en la isla compiten con empresas que operan en Estados Unidos. Una de las grandes desventajas de operar en Puerto Rico, creando empleo y pagando una gama de impuestos, es el impuesto al inventario. Las empresas en Puerto Rico lo pagan. Sin embargo, Amazon y otras empresas que desde Estados Unidos sirven al mercado de Puerto Rico no lo pagan.

El impuesto al inventario tiene efectos negativos: impacta la capacidad de Puerto Rico responder a una emergencia. Todos los días reduce la ejecución de la producción en la isla mientras se espera que la pieza X llegue desde Estados Unidos. Además, merma el empleo al poner a los empresarios del patio en desventaja con el comercio por internet.

El impuesto al inventario hay que quitarlo.