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Trabajar o atender a la familia

En la historia moderna, pocas decisiones para las mujeres han sido tan universales y, a la vez, tan condicionadas por las estructuras sociales, como la de escoger entre una carrera profesional o la formación de una familia. Para muchas, esta disyuntiva no ha sido una verdadera elección, sino una imposición de las circunstancias.

Como lo demuestra la economista Claudia Goldin —Premio Nobel de Economía y profesora en la Universidad de Harvard—, este dilema ha evolucionado a lo largo de generaciones, lo cual me da mucha esperanza.

En su libro Career and Family: Women’s Century-Long Journey Toward Equity, Goldin organizó esta trayectoria en cinco grupos según las decisiones laborales y familiares que enfrentaron las mujeres en los Estados Unidos a través del último siglo: Familia o carrera; Trabajo y luego familia; Familia y luego trabajo; Carrera y luego familia; y Carrera y familia.

En mi opinión, tenemos que aspirar a la era del último grupo. Se han alcanzado notables avances en términos de igualdad de género y oportunidades. Sin embargo, la realidad es que aún persisten obstáculos estructurales y culturales que dificultan la conciliación entre la vida profesional y la personal.

La pregunta que nos planteamos es inevitable: ¿por qué seguir eligiendo entre carrera y familia? ¿Por qué no construir una sociedad que permita y fomente ambas? Contestar la pregunta es difícil porque no hay un equilibrio perfecto. Vivimos en un mundo donde es difícil lograrlo todo y no podemos sentirnos culpables o ser juzgadas por decidir priorizar la familia o el trabajo.

Hay un grupo de mujeres que pueden pagar para que terceros realicen las tareas del hogar y/o cuentan con una red de apoyo familiar que colabora en la crianza de los niños. Sin embargo, la mayoría de ellas carecen de recursos y apoyos. Esto limita su capacidad de desarrollarse profesionalmente y de mejorar su situación económica.

Esto nos lleva a renegociar el “contrato” en el hogar y la familia. Es decir, a replantear cómo se distribuyen las responsabilidades domésticas y de cuidado, para que la carga no recaiga de forma desproporcionada en las mujeres.

Nos corresponde a todos promover políticas públicas efectivas que lleguen a todas las mujeres, independientemente de su situación económica. Además, nos compete a las mujeres exigir equidad en el ambiente privado de nuestros hogares.

El tema no es solo de equidad, sino de competitividad y desarrollo económico. Necesitamos más mujeres en la fuerza laboral y ocupando posiciones de liderazgo. Cada vez son más las que terminan un grado universitario y emprenden, generando empleos y ampliando oportunidades tanto para hombres como para otras mujeres.

En palabras de Claudia Goldin, entender el pasado nos permite trazar un futuro más equitativo. Las mujeres de hoy no deben elegir entre ser profesionales o madres, sino tener la libertad de decidir cómo equilibrar sus aspiraciones personales y laborales en un entorno que respete y apoye ambas dimensiones.