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El doble esfuerzo de emprender siendo mujer

En Puerto Rico, el deseo de emprender no distingue género. Pero el camino, sí. Aunque miles de mujeres apuestan por abrir negocios, generar ingresos y aportar al país, lo cierto es que no todas parten del mismo punto, ni encuentran las mismas condiciones para avanzar.

Un estudio reciente de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Humacao, lo confirma: las mujeres enfrentan barreras estructurales, sociales y económicas significativamente más marcadas que los hombres, aun cuando demuestran una capacidad admirable de adaptación y resiliencia.

Este análisis, basado en más de 700 entrevistas a personas empresarias, en su mayoría mujeres, revela diferencias sustantivas. Ellas tienden a emprender más jóvenes, muchas veces mientras estudian, y lo hacen principalmente en zonas urbanas. Los hombres, en cambio, inician más tarde y con mayor frecuencia en áreas rurales.

Sin embargo, esta resiliencia femenina no debería ser una condición obligatoria para sobrevivir en el ecosistema empresarial. No es justo que las mujeres tengan que demostrar más para lograr lo mismo. Persisten múltiples obstáculos: acceso limitado a financiamiento, falta de mentoría, invisibilización del trabajo doméstico y de cuido, procesos burocráticos complejos y escaso conocimiento sobre ayudas disponibles. Muchas operan sus negocios en condiciones precarias, funcionando parcialmente o en constante riesgo de cierre.

Y, mientras tanto, las instituciones gubernamentales y programas de apoyo siguen hablando en un lenguaje que no las reconoce, no las alcanza y, en muchos casos, no les responde.

Lo que el estudio propone —y que debemos atender con urgencia— es una mirada diferenciada en las políticas públicas. No se trata de pedir privilegios, sino de reconocer que hay puntos de partida desiguales y que equiparar las oportunidades es una decisión estratégica para el desarrollo de Puerto Rico.

Las mujeres representan una parte esencial de la fuerza laboral en Puerto Rico y, en muchos hogares, son su principal sustento económico. Apoyarlas para que emprendan y prosperen no es solo justo, es necesario para activar el potencial productivo de nuestra economía.

Donde una mujer emprende, también se generan empleo, comunidad, innovación y desarrollo económico. Por eso, la equidad de género en el emprendimiento no puede ser una nota al margen: debe ser una prioridad estratégica de país.

Aunque discursos como el de Lean In —popularizado por Sheryl Sandberg— han contribuido a visibilizar la importancia del liderazgo femenino, su enfoque ha sido cuestionado por depender demasiado de la narrativa del esfuerzo individual. En contextos como el de Puerto Rico, donde muchas mujeres enfrentan obstáculos más profundos, como limitaciones en el acceso al crédito o la carga desproporcionada del trabajo doméstico no remunerado, no basta con decirles que “se sienten en la mesa”; primero hay que asegurar que haya una mesa accesible, inclusiva y justa para todas.

La equidad no se logra únicamente con cambios de actitud individuales, sino con políticas públicas coherentes, con visión multisectorial y recursos suficientes. Necesitamos intervenciones que reconozcan y eliminen las barreras sistémicas, mediante acciones reales y medibles: acceso a financiamiento con perspectiva de género, servicios de cuido infantil accesibles, capacitación empresarial contextualizada, redes de mentoría y promoción de modelos de éxito diversos.

Puerto Rico cuenta con organizaciones que están haciendo esa diferencia. Un ejemplo destacado es la Fundación Sila M. Calderón, que provee servicios de capacitación, mentoría y acompañamiento a mujeres emprendedoras, reconociendo sus múltiples realidades y desafíos.

Promover el emprendimiento femenino en la isla no es solo una cuestión de justicia social, sino también una estrategia inteligente de desarrollo económico. Es hora de que el país se comprometa, más allá del discurso, a crear condiciones equitativas para que las mujeres emprendan, innoven y lideren.