El pasado 22 de abril, mi amigo y colega economista Roberto Orro, escribió una excelente columna con lo que era en ese momento la opinión generalizada, de que la partición de Ucrania lucía inevitable. Unas tres semanas después, la globalización y las cadenas de suplido, además del ejército ucraniano, están modificando la opinión generalizada.

La guerra comenzó con un desbalance militar brutal en favor de Rusia. Fue su mejor oportunidad y la desperdiciaron. Derrotados en Kiev, los rusos se concentraron en el sur donde habían tenido sus mayores éxitos militares y contaban con mejores rutas de abastecimiento. Sin embargo, el avance ha sido lento.

Ahora la guerra está entrando en lo que es una carrera entre la mayor capacidad del ejército ruso hoy contra la mayor capacidad del ejercito ucraniano del futuro. Aquí es que entran en juego la globalización y las cadenas de suplido.

Las sanciones de occidente contra Rusia han generado una inflación de cerca del 20% y una contracción económica de entre 5% y 10%. Fuerte pero no cerca de lo necesario para alterar el curso de la guerra. A modo de comparación, la economía ucraniana se contraerá en más de 30%.

El problema de los rusos es que las sanciones están impactando su capacidad de producir armamentos. Un tanque ruso no solo requiere de acero sino también de semiconductores de Taiwán y piezas de óptica de Francia. Esto es irrelevante en una guerra corta, pero cada vez más importante según la guerra se alarga.

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TRIBUNA INVITADA
El Nuevo Día
Por: Vicente Feliciano
Miércoles, 11 de mayo de 2022
(Foto por: The Associated Press)