Mi amigo Gustavo Vélez publicó esta semana en este medio una columna titulada “En modo de extinción, la clase media puertorriqueña”. Aunque comparto su preocupación, no coincido con su pesimismo.
Es evidente de que, a partir del comienzo de la depresión boricua, allá para el 2006, se produjo una emigración masiva que se agudizó con el impacto del huracán María. De 2015 a 2016 la emigración neta fue de unas 65,000 personas cada año. Entre 2017 y 2018 el éxodo promedió unas 95,000 personas anuales.
Sin embargo, recientemente se observa un reverso en dicha situación. Aunque aún experimentamos una emigración neta de 16,000 personas en el 2022, lo cual es preocupante, todo comienza a lucir como la guagua aérea de la década del 1980. La emigración entonces era fuerte, pero al mismo tiempo se observaba una gran cantidad de inmigración, con una migración neta cerca de cero.
Esta reducción en emigración coincide con el aumento en el empleo en Puerto Rico. El número de personas empleadas rondó los 900,000 entre 2015 y 2016. Luego se redujo producto de los estragos del huracán María y también de la pandemia del Covid-19. En el año calendario 2023 se situó en 940,000.
El aumento en el empleo ocurrió en paralelo con una reducción en población. Es decir, se observa más empleo con menos población. La ficha del cuadre es la participación laboral. Entre el 2015 y el 2021 la participación laboral en Puerto Rico rondó el 40 por ciento. En el 2022 y 2023 aumentó a 44 por ciento. Todavía es demasiado baja, pero claramente en la dirección correcta.
Parte de este aumento en el empleo y participación laboral es producto de las transferencias federales atadas al huracán María y a la pandemia del Covid-19. Sin embargo, parte está atada a cambios de tecnología que están beneficiando a Puerto Rico y que llegaron para quedarse. Un ejemplo es el incremento en turismo empujado por alquileres a corto plazo y plataformas electrónicas de transportación. Otro ejemplo son las compañías que, gracias a la tecnología, desde Puerto Rico le ofrecen servicios profesionales a mercados del exterior.
Coincido con Gustavo Vélez en su apreciación de que urgen cambios radicales en las políticas económicas, contributivas y fiscales de Puerto Rico. Sin embargo, su adopción es difícil porque vivimos en una democracia en la cual el sistema de “checks and balances” está diseñado para evitar cambios radicales.
Un posible cambio radical sería, por un lado, disminuir significativamente los impuestos a las corporaciones y a los empresarios. Por otro lado, para recaudar los recursos que requiere el gobierno, se aumentarían significativamente los impuestos al consumo como el IVU. Este es el modelo de la República de Irlanda. El impuesto a las corporaciones es de 12.5 por ciento. El impuesto al consumo (IVA) es de 23 por ciento. Irlanda es una de las naciones de mayor éxito económico en el mundo.
Puerto Rico acaba de pasar por un período muy duro. Estamos observando señales positivas que no es seguro que se consolidarán. Consciente del riesgo de que los avances recientes se reviertan, yo soy optimista sobre el futuro.